Por: Jorge Martínez Cedillo
Como parte de las medidas para estabilizar los precios en los próximos 6 meses, el 4 de mayo, el gobierno presentó un “Paquete contra la Inflación y la Carestía” que incluye aumentar la producción de granos básicos (maíz, arroz y frijol) e impulsar la distribución de fertilizantes, entre otras medidas.
El Presidente ya había adelantado este tipo de medidas cuando el 25 de abril dijo que se implementaría un programa para enfrentar la inflación a través de la autosuficiencia alimentaria, porque dijo “Así como debemos ser autosuficientes en energéticos, tenemos que ser autosuficientes en alimentos” y refirió que en la actualidad es fundamental apoyar al campo y a los productores a fin de resarcir el rezago de sexenios anteriores.
Un año antes, en la Primera Feria Virtual de Bioinsumos, que se llevó a cabo entre el 26 y 30 de abril, la titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, María Luisa Albores decía que era necesario “Acabar con el modelo neoliberal, los plaguicidas no pueden seguir utilizándose en la producción de alimentos porque existe evidencia de los impactos negativos en la salud humana y medio ambiente”, sin dar cifras, datos o elementos que respaldaran tan temeraria afirmación. Por su parte, en el mismo evento, el Subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, de la Secretaría de Agricultura, Víctor Suárez, dijo que el país tenía que “transitar a otro modelo de agricultura de producción tóxica (sic) a un modelo saludable que garantice la soberanía alimentaria…y termine con la dependencia alimentaria y la colonización de los paladares (sic) y conciencias (sic)”.
Con estas declaraciones uno no puede sino preguntarse si con la visión ideológica de estos funcionarios, que se expresan más bien como dirigentes de colectivos ambientalistas radicales, será posible cumplir el objetivo central y elemental que el Presidente López Obrador ha planteado de aumentar la productividad agrícola, sin utilizar fertilizantes, ni productos fitosanitarios que eliminen plagas, malezas y, como lo señala la FAO, son la causa de la pérdida de 40% de la pérdida de los cultivos.
Una rápida revisión de datos relevantes, del mundo real, no del universo ideológico de funcionarios, nos dice que, de acuerdo al Departamento de Agricultura de Estados Unidos, El año pasado México importó productos agrícolas de ese país por un valor de 26 mil 555 millones de dólares en 2021, un aumento de 40% interanual. Para poner esta cifra en perspectiva, representa el equivalente casi TRES REFINERÍAS DOS BOCAS (9 mil millones de dólares de acuerdo a la Secretaría de Economía).Tan solo de maíz, México pagó a los Estados Unidos 4 mil 417 millones de dólares (casi 90 mil millones de pesos, es decir, MÁS DE 40 VECES el presupuesto del sector central de Semarnat, que para este año fue de 2 mil 71 millones de pesos).
Además, el año pasado aumentamos la importación de trigo en 56% respecto a 2020 y de frijol en 38%. Y en cuanto a fertilizantes, que han tenido un aumento de más del 300% y constituyen el 30% del costo de los cultivos, la situación es más que crítica. De acuerdo a la Encuesta Nacional Agropecuaria 2019 (la última disponible) 68% de las unidades de producción utilizan fertilizantes químicos y 59% herbicidas químicos. Si el talibanismo agrícola quiere desplazar estos productos con bioinsumos, cuyos productos NO tienen, todavía, la autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, Cofepris, para su aplicación, no se ve cómo o por dónde los trabajadores agrícolas tendrían los medios para aumentar la producción que tanto urge al país.
Por si esto fuera poco, el país depende del exterior para la aplicación de los fertilizantes necesarios para la producción nacional. El año pasado produjimos 2 millones de toneladas de fertilizantes, pero consumimos 6 millones de toneladas. Del total de las importaciones, 30% vino de Rusia, país que ahora ha limitado la venta al exterior como medida de presión contra las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea por su invasión a Ucrania.
Ante esta realidad, no queda más que terminar por preguntarse cómo será posible que el gobierno pueda cumplir, ya no se diga con la meta de autosuficiencia alimentaria, sino con una medida central del Paquete contra la Inflación y la Carestía.
El talibanismo agrícola de Víctor Suárez y de la Semarnat están actuando como si quisieran promover y difundir un juego de fútbol, pero están haciendo todo lo posible por limitar el uso de balones que son indispensables para el juego. Sin fertilizantes químicos, ni productos fitosanitarios, cuya eficacia está más que avalada por investigaciones científicas y que se usan en prácticamente todo el mundo y que son indispensables para la productividad de los cultivos, no se ve cómo nuestro país pueda dejar la dependencia del exterior y aumentar la producción que requiere sus 126 millones de habitantes.